Si te preguntará, ¿hubo algo nuevo que aprendiste
el día de ayer? ¿Tendrías una respuesta positiva o te quedarías pensando
tratando de encontrar una?
Si tienes tiempo leyéndonos, sabrás que me
gusta escribir sobre cosas que aprendo, ya sea de personas o situaciones que me
suceden en el día a día Es por eso que hoy, escribiré sobre las lecciones que
me dejó nuestro actual jardinero.
Tenía más de dos años con la misma persona
que nos ayudaba con el jardín, pero la verdad es que venía cuando le daba su
gana. No era algo que nos molestara mucho, ya que nuestro jardín no es tan
grande y no requería de mucha atención. Algo que si nos molestó fue, que cada
vez que cortaba el jardín, se acercaba demasiado a las paredes, por lo que
comenzó a dejar una marca en ellas y poco a poco fue cayéndose la pintura. Le comenté
si podía parar antes de llegar la pared para no seguir maltratándola y me dijo
que sí. Poco tiempo después, la pared ya lucía peor que nunca. La situación que
más nos molestó, fue cuando nos dijo que buscaría acabar con una hierba que
comenzó a salir en una parte del jardín. Nos propuso aplicar un producto que
acabaría con ella, pero dos semanas después, vimos que se había secado por
completo hasta llegar a ver pura tierra. Cuando le comenté lo que había
ocurrido, me dijo que se había equivocado de producto y que le había puesto uno
para secar completamente el pasto y que, por cierta cantidad de dinero, me lo
dejaría mejor que como estaba. Mi respuesta fue, que lo iba a pensar.
Una semana después, vi a un jardinero que
se encontraba frente a nuestra casa. Me acerqué a platicar con él e
inmediatamente me dijo, “¿puedo pasar a ver el jardín que me comenta?”. Le dije
que sí y en eso me contesta, “esta parte definitivamente ya no sirve, pero
fíjese que en la casa detrás de usted acabo de poner un jardín y sobró un poco.
El dueño me dijo que me podía quedar con lo que quedó y yo se los puedo poner a
usted sin ningún costo. ¿Qué le parece?” Obviamente le dije que sí y me
contestó que en el transcurso de la tarde lo instalaba. Cuando terminó su
trabajo le pregunté, que si cuánto iba a ser y me dijo que nada, pero que le
gustaría trabajar con mi jardín, ya que tenía muchas ideas de cómo hacer que
luciera mucho, con muy poco trabajo e inversión.
Una vez a la semana viene a darse la
vuelta y le da una podada a la enredadera, checa cómo va la parte restaurada y
a veces, hasta echa un poco de fertilizante en áreas donde se necesite.
A pesar de que nos cobra un poco más de lo
que nos cobraba el jardinero pasado, los pagamos porque los vale. El cliente,
hoy en día, busca un buen trabajo, buen trato, pero sobre todo, busca sentirse
valorado.
Recuerda, que el cliente no se va por el
precio, sino que se va por algo mejor.
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Daniel Rodríguez de la Vega
Conferencista Internacional, Consultor y Director de CRECES
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